Las Naciones frente al Globalismo
El seminario sobre la Nación, su pasado, su presente y su futuro, terminó sin la presencia de la impulsora y promotora del Issep, Marion Maréchal (Le Pen), que se postula a europarlamentaria para las próximas elecciones europeas, ya que se encontraba en Lampedusa junto a Meloni y Von der Layen
El último día de las jornadas estivales del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política, un “Think Tank” iniciado en Francia por la especialista en liderazgo Marion Maréchal, y dirigido académicamente en España por el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, se centró en las cuitas del globalismo como contrapunto del nacionalismo.
La última mesa de ponentes se tituló “Las naciones frente a la Unión Europea y el globalismo”, y participaron, de un lado Ignacio de Hoces, doctor en derecho y ciencias políticas, miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y profesor encargado en el Issep de coordinar la sección de Derecho, y político en ejercicio, de otro lado Santiago Muzio, director del Instituto y abogado ejerciente en tres países, Argentina, Francia y España, y finalmente Kiko Méndez-Monasterio, periodista y consultor político. La mesa, por tanto, se centró en una visión menos filosófica y más práctica frente a lo que se barrunta como la crisis nacional.
El jurista Ignacio de Hoces pergeñó la globalización como un simple proceso histórico, como lo fue en su momento el neolítico, pero producido por la tecnología de la información en plena expansión, así como por el desarrollo del transporte. A cambio, el globalismo es una ideología que quiere erradicar el poder de los estados-nación y poner el interés en otros centros de poder más amplios y planetarios. Ignacio de Hoces citó al autor de “Cuestiones quodlibetales sobre Dios y la Religión”, Gustavo Bueno, y su señalamiento del globalismo como un desarrollo malsano de la globalización que, de ser una natural expansión de las naciones, a partir del desarrollo de éstas después de transformar al feudalismo, en los siglos XV y XVI, pasan a ser consideradas provincias y a ser sustituidas por el globalismo (al que, atrevidamente, Bueno denominó ideología apotropaica). De Hoces fija la atención en que el globalismo es la tendencia de entes supraestatales y supranacionales a absorber el poder legislativo, judicial y ejecutivo que conforma los estados-nación. Existen en Europa los Tribunales de Justicia europeos y de derechos humanos, que modifican en varias ocasiones lo que dictan los estados nacionales.
El jurista Santiago Muzio reforzó la idea de los peligros del europeísmo señalando que sí existe un mundo percibido como por conquistar, como el de Shakespeare o Dante, pero el mundo que hoy se intenta desarrollar, desde Klaus Schwab o Georg Soros, recoge una cierta visión religiosa secular. Muzio dice que existe la verdad y su falsificación, y que el globalismo es una falsificación de la verdad.

Banderas de Francia y la Unión Europea en un mitin de Emmanuel Macron. (Fotografía: Página oficial de Macron en Facebook)
El globalismo es como la Torre de Babel, un mundo sin Dios, que acepta todo menos la verdad, el globalismo es un combate a muerte contra la verdad. En 2004, en el proyecto de la Comunidad Europea se discutió acerca de si se deberían introducir las raíces cristianas en la Constitución Europea, y se rechazó, las raíces cristianas molestaban a todo el mundo, todos quieren unir el mundo de las naciones, pero sin Cristo, en contra de la tendencia histórica europea del medioevo.
Es así que en el primer proyecto de la Comunidad Europea había un germen totalizador, se atacó el principio de subsidiariedad por el cual los poderes no emergen de abajo hacia arriba, de las naciones a la Comunidad Europea, sino al revés, la elite de la Unión señala unos límites a las naciones y las deja moverse en esos límites. Un ejemplo prosaico como que la UE es la que señala el tamaño de los neumáticos para todos sus 27 países, indica el grado de intromisión, dice Muzio. Se pide un abandono de las naciones de su soberanía en favor del orden supranacional europeo, no se quieren naciones de componente fuerte como Hungría. De hecho, Muzio señaló otra estafa, la de las leyes de inmigración en Europa, que se guían por el tratado de la Unión Europea aceptado en 1951, el cual sigue igual siendo, sin embargo, las condiciones geopolíticas muy distintas: en 1951 los refugiados no eran un problema, ahora sí lo son, pero se insiste en ese cumplimiento extemporáneo, y se aprovecha ese convenio para avasallar a las naciones sin importar lo que éstas quieran o puedan. La Unión Europea está dirigida por una élite burocrática que habla de tú a tú con otras elites corporativas transnacionales, o norteamericanas, por ejemplo, y pasa de sus componentes nacionales.
El periodista y profesor del Iseep, Kiko Méndez Monasterio, se fijó, con su interés filológico por las cosas, en el título de la ponencia: “las naciones frente a…” y no “las naciones en…” la Unión Europea, el cual está bien traído, pues una entidad supranacional debería ser la unión de unos socios libres e iguales, pero sobrevienen una serie de tareas que se legitiman en contra de esos socios, que son, sin embargo, los pagadores, los dueños. Un sinsentido que marca que los socios no son todos iguales y no tienen la misma participación accionarial, sobre todo a partir del Tratado de Niza, del 26 de febrero de 2001, que dotó de más poderes legislativos y de control al Parlamento Europeo. La Unión Europea se ha convertido en un club soberbio, vanidoso, ebrio de su propio poder burocrático para imponer a las naciones sus decisiones. Plantea Méndez Monasterio la existencia de naciones solubles e insolubles.
Visto desde la perspectiva de Bruselas, por ejemplo, Francia, España o Gran Bretaña (que se dio cuenta hace tiempo de que ése no era su Club) son naciones insolubles. Y remarca que el concepto de patria viene, de nuevo, a sustituir el de nación en varios países (Trump, Meloni, Orban, Maréchal o Abascal, son ejemplos de ello) y como solución para el futuro, pues puede que los entes supranacionales puedan con los estados solubles, pero no con las patrias.
Finalmente, Méndez Monasterio señala ese carácter irresponsable, frente a los retos mundiales, de una Unión Europea que discute, como se hacía en Constantinopla, sobre el sexo de los ángeles, mientras el turco ya se acercaba al pie de las murallas. Pone varios ejemplos literarios que advierten del peligro: Vintila Horia en su “Caballero de la resignación”, en el que los guerreros luchadores en la frontera vienen a Venecia a solicitar un premio por sus esfuerzos, y obtienen algo parecido a lo que da Bruselas hoy, una administración corrupta y promusulmana, que provoca una melancolía en los luchadores; Houellebecq, en “Sumisión”, una novela futurista con un partido musulmán que gobierna en la república francesa y la conquista poco a poco, ya que si Europa no cree en nada, lógicamente los que creen en algo conquistan el poder, el espacio vacío; John Powell con su discurso “Ríos de Sangre”, el 20 de abril de 1968, ante la Asamblea General del Centro Político Conservador, con una crítica hacia las tasas de inmigración, en esa época, en Reino Unido, procedentes de la Commonwealth; y, por último, “La carretera”, de Cormac McCarthy, una novela distópica, de ciencia ficción, de 2006, en la que avanza una familia entre miles de humanos que se canibalizan unos a otros para sobrevivir a la hambruna, pero ellos nunca sucumben a ese acto atroz, hasta que llegan a un territorio a salvo de esa locura inhumana.
En las conclusiones finales, Ignacio De Hoces manifestó que hay un germen interesante en las primeras uniones europeas, como en Euratom, no destructor, pero es en cuanto nace el estado liberal, con sus principios de subsidiariedad, cuando se va intentando destruir las naciones, y en ese sentido critica a Von Mises o Hayek, con su interés de estar a favor de la supresión de los estados, de forma que ese liberalismo absoluto permite que se haga presente un gobierno mundial. De Hoces propugna que el futuro ha de pertenecer a las patrias, pues cuando un ente o galaxia supranacional jurídica se convierte en coercitiva frente a las naciones, nos encontramos ante un problema, que es lo que está pasando con la Unión Europea, que ya está legislando continuamente, incluso en temas en los que no se les ha trasladado la competencia por parte de los países, y De Hoces mantiene, como Margaret Thatcher en su momento, que la Unión Europea debe ser un club económico, pero nunca político.
Utopía y Distopía
Se comentó entre varios ponentes sobre la Utopía de Tomás Moro, el no-lugar, y Méndez Monasterio defendió que una cosa es la Utopía y otra la Distopía.
El profesor Rafael Sánchez Saus alertó, respecto a la Unión Europea, que el primer objetivo debería ser la paz, antes que la verdad y el resto de los objetivos, y que la Unión Europea podría ser un garante de que las guerras entre las naciones que la comportan ya no existan más, que los 27 socios han entrado voluntariamente y voluntariamente pueden salir, y que ahora hay elecciones, como cada cierto tiempo, y ahí los ciudadanos europeos pueden decidir y cambiar su futuro. Méndez Monasterio recordó, a su vez, que los europeos votaron mayoritariamente en contra de una unión federal, en contra de disolver los países en una federación, a pesar de que, luego, en el Tratado de Lisboa, se pretendió eludir ese mandato antifederalista. El Tratado de Lisboa, firmado el 13 de diciembre de 2007, modificó el Tratado de Maastricht, de 1992, y la Unión Europea adquirió personalidad jurídica propia para la firma de acuerdos internacionales a nivel comunitario, e hizo que la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea fuera vinculante jurídicamente para todas las 27 naciones constituyentes.
El profesor Domingo González terminó señalando que entre Portugal y Francia no hay un país que se llame democracia, constitución, o la gente, sino un país que se llama España. Recordó que Manuel Fraga, ministro de Franco, recibió con gran respeto a Carl Schmitt (cuya hija casó con un español, en su momento), y ahora se llevan sus libros a las mesas de conferencia de Errejón, y de otros integrantes del partido político Podemos, como una biblia de la dialéctica amigo-enemigo, y recordó que esa dialéctica la tomó Schmitt de Baltasar de Álamos y Barrientos, pensador de 1580 al servicio de Felipe II y Felipe III, que escribió “Discurso al Rey Nuestro Señor del Estado que tiene sus Reinos y Señorío, y de los amigos y enemigos con algunas advertencias sobre el modo de proceder y gobernarse con los unos y con los otros”. Finalmente, dijo González Hernández, la situación es desastrosa, pero también, y desde un catastrofismo lúcido, lo deseable es posible.
El filósofo Quintana Paz cerró con un resumen de las dialécticas que se habían conformado en el encuentro: a) la nación como objeto de pensamiento, como ente filosófico, y la nación como inserta en la historia y, por tanto, vulnerable y en proceso de aparición y desaparición; b) la dialéctica inserta en la visión nación-imperio-cristiandad, que nos da la oposición del nacionalismo al imperio, para lo cual, estima Quintana Paz, hace falta que de nación pasemos a nacionalismo; y c) la dialéctica nación/patria o su derivada nacionalismo/patriotismo.
El seminario sobre la Nación, su pasado, su presente y su futuro, terminó sin la presencia de la impulsora y promotora del Issep, Marion Maréchal, que se postula a europarlamentaria para las próximas elecciones europeas, ya que se encontraba, en este preciso momento, en Lampedusa, intentando defender la frontera europea, donde se también se encontraban la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y primera ministro italiana, Giorgia Meloni, en plena crisis migratoria con diez mil inmigrantes llegando a la isla en tres días y decenas de alcaldes italianos sublevados, y donde fueron abordadas agresivamente por un grupo de ciudadanos hartos, que bloquearon la comitiva burocrática: “¡Estamos cansados de que esta isla sea una pasarela!“, gritó por un megáfono Giacomo Sferlazzo, mientras el vicealcalde Attilio Lucia, contaba a Meloni: “Los habitantes de Lampedusa están cansados, estamos cansados de acoger. Esto no es bienvenido, es una falsa bienvenida“. Pues eso, allí estaba Marion Maréchal Le Pen.