La salud mental y el Covid, según el Sociobarómetro de Canarias
"Los efectos de la pandemia han sido provocados, más bien, por las incomodidades de sus gestores políticos, empleados en cercenar derechos constitucionales básicos, por miedo a la pérdida de sus poltronas, pero no han influido en el ánimo general de forma patológica"
La recién publicada oleada del Sociobarómetro de Canarias (SbC-3) incluye unas métricas sobre la salud mental y el consumo de medicamentos en Canarias, que resultan interesantes para analizar. Con independencia de las interpretaciones y lecturas acerca de los resultados más puramente de gestión gubernamental, el trabajo de la Fundación Uned, dirigido por el sociólogo Juan del Río Alonso, es crucial para entender ciertas circunstancias dentro de otros aspectos sociales distintos al caldo de cultivo político.
Las preguntas se hacen en el contexto de la pandemia Covid19, en el sentido de si ha afectado a la vida personal, y en la primera respuesta sumamos Mucho y Bastante, con un 50,3 por ciento, y el resto, Algo, Casi Nada, o Nada, con un 49,7 por ciento. Aquí podemos concluir que la mitad de la población ha sido vulnerable personalmente, con independencia de en qué, a la pandemia. Más bien es una pregunta de entrada, que copa todo el contexto vital. Afectados mentalmente o no, sí que la mitad de la población se reconoce afectada personalmente. El hecho de que la otra mitad no se muestre afectada personalmente es motivo de reflexión. Nos podemos fijar en que hay cuatro islas, Lanzarote, La Gomera, La Palma y El Hierro, que invierten ese 50,3 por ciento de considerarse afectados, y pasan a menos de la mitad, a un 44,6 por ciento, 49,7 por ciento, 46,4 por ciento y 48,6 por ciento de afectación en la vida personal. Quizás esa segregación nos añade un dato, como podría ser que las islas con menor población son menos afectas para sufrir los efectos externos.
Si vamos a la preocupación por la situación actual de la pandemia, en este año 2022, comprobamos que el 44,6 por ciento se considera preocupado, y el resto solo algo o nada. Analizando por islas, sólo en Fuerteventura existe una preocupación superior a la mitad de su población, un 51,5 por ciento. El resto de las islas, sobre todo Lanzarote, La Palma y El Hierro, pasan de preocuparse tanto.
La tercera pregunta, sobre el estado de ánimo, arroja un 55,6 por ciento de Bueno o Muy Bueno, las quejas de “Regular” provienen del 36,6 por ciento de la población, y los más desanimados son un 7,7 por ciento. De aquí se concluye que, al canario, en general, el ánimo no le ha quedado soliviantado negativamente sino en menos del 10 por cien de los individuos. En Gran Canaria están los más afectados, con un 10 por cien de la población. Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro son los más desafectos a la queja.
¿Con qué frecuencia ha sentido miedo desde el principio de la pandemia hasta ahora? Un 9,5 por ciento contestan que Muchas Veces o Frecuentemente, el resto consiente en “Alguna Vez” para un 40,4 por ciento y Nunca para un 50,1 por ciento. Podemos, una vez más, decir que la mayoría de los canarios no resultan fácilmente envueltos por la falta de moral ante una adversidad abstracta como la de la pandemia. Y resulta extraño, o paradójico que, justamente en Gran Canaria, veamos que el 57,7 por ciento de sus habitantes no han sentido nada de ansiedad, constituyéndose en la isla menos afectada por ese estado de ánimo.
El SbC-3 interroga acerca de si los individuos se han sentido tristes o deprimidos, y las respuestas graves, de Muchas Veces o Con Frecuencia, lo son del 10,7 por ciento de la población, el 53,1 por ciento Alguna Vez (por decir algo) y el 35,9 por ciento absolutamente nada.
Una segunda pregunta: ¿Se han sentido solos? Y casi la misma respuesta: Sí, el 10,7 por ciento, el 37,8 por ciento Alguna Vez y el 51,4 por ciento Nunca.
Una tercera pregunta: ¿Ha habido crisis en la pareja? Y han contestado Con Frecuencia un 3,7 por ciento, Alguna Vez un 32,8 por ciento y la mayoría, un 62,8 por ciento Ninguna. Estos datos, no obstante, necesitan una segregación más, además de geográfica, por sexo y por situación, pues del universo completo muchos serán solteros o desemparejados, y sería necesario saberlo para constatar la verdadera afección de esa dificultad emocional, por llamarla así.
La quinta pregunta emocional es: ¿Tiene obsesiones? Pues que no, casi todo el mundo, menos un 0,8 por ciento, lo que probablemente obedecerá a patologías que conllevan la obsesión. Un 18,1 por ciento dice Alguna Vez, lo que podríamos considerar producto de la situación contextual por la que se le pregunta, pero sigue siendo un “Alguna Vez” casi de obligada contestación en los individuos de carácter preocupado y con tendencia a la aceptación social.
Apretando más en la intimidad paroxística de los canarios, sobreviene una sexta pregunta: ¿Ha tenido pensamientos suicidas? Ninguno los ha tenido, Alguna Vez un 4,5 por ciento, y el resto Nada. Para 2 millones de personas un 4,5 por ciento son unas 90 mil personas, lo que demuestra un mero desánimo. Realmente la población canaria parece ser fuerte, al no detectarse “prima facie” ningún suicida, al menos por motivo de la pandemia. Un artículo de mayo de 2018, de Germán Montero, Lluis Niell, Rafael Baena, José Rodríguez, e Iñigo Alberdi, del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid (Interpsiquis, XIX), titulado “El suicidio en la población TLP en datos”, revelaba que la OMS, a nivel mundial, consideraba que en el año 2000 la mitad de un 28 por ciento de los actos violentos con causa de muerte, eran suicidios. Se estima la prevalencia por trastornos límite (TLP) en una media del 2 por ciento (la menor un 1,1 por ciento, la mayor un 4,6 por ciento), y sobre todo en el flanco etario de entre los 20 y 30 años, consumándolo un 10 por ciento de estos, cuya tasa es 50 veces superior a la de la autolisis en la población general. Esto da en España la enorme cifra de 100.000 fallecidos por suicidio. Las respuestas de la población canaria indican que aquí nadie se suicida por una pandemia.
La séptima pregunta: ¿Ha sufrido violencia de género o familiar? De nuevo, nadie de forma reiterada, y Alguna Vez lo contestan un 4,9 por ciento, lo que significaría, otra vez, unas 90 mil personas, pero el grueso no ha sufrido violencia alguna de género o familiar. Aquí si interesa fijarse en que Fuerteventura, con un 9,4 por ciento de Alguna Vez, lidera el ranking de las amenazas o actos violentos familiares, seguida de Tenerife con un 6,6 por ciento, siendo El Hierro la isla con menores actos violentos familiares, un 1,7 por ciento, seguido de Gran Canaria, con un 2,6 por ciento.
Si entramos en cuántas personas han solicitado ayuda profesional, psicológica o psiquiátrica, para resolver los anteriores problemas, vemos que no se lo han planteado un 69,4 de la población, y reciben ayuda actualmente un 12,3 por ciento de la población, o sea, en torno a las 100 mil personas. Lanzarote, Gomera y El Hierro bajan del 10 por ciento, y lidera el ranking de ayuda profesional factual las islas de Fuerteventura (17,2%), Tenerife (14,2%) y Gran Canaria (13%).
En la subsiguiente pregunta se solicita si se consumía antes de la pandemia algún tipo de ansiolítico, antidepresivo o regulador del sueño, y contestan que sí el 20,9 por ciento. Se hace la misma pregunta después de la pandemia, y arroja un 32,8 por ciento que sí. La diferencia es simple: la pandemia ha incrementado el consumo de estos medicamentos en un 11,9 por ciento. De este 32,8 por ciento, han dejado de tomarlo un 28,8 por ciento de los mismos, o sea un 9,44 por ciento, lo que significa que casi se ha regulado la población que normalmente toma medicamentos antidepresivos o ansiolíticos, y se ha vuelto a las cifras normales con anterioridad a la pandemia. El impacto medicamentario lo ha sido, pues, sobre el diez por ciento de la población.
De estos medicamentos recetados, han sufrido un alza por la pandemia, los ansiolíticos, que han pasado de un 17 por ciento a un 42,5 por ciento, se han incrementado los calmantes y antipsicóticos en un 2,3 por ciento, y han bajado los antidepresivos en un 7,8 por ciento. Esto implica reconocer que las soluciones han sido para estados de ansiedad relacionadas con el contexto, pero no depresiones vitales, permaneciendo los reguladores del sueño en casi el mismo porcentaje.
Una propuesta gráfica
En base a lo anterior, y para captar con mayor nitidez los efectos pandémicos en la salud mental de los canarios, imaginemos una gran familia o un gran grupo de amigos, de 20 personas, el reflejo en la misma sería el siguiente:
Del grupo de 20 personas, 10 se preocuparon por la pandemia y 10 nada preocupadas. Si nos vamos a Lanzarote, de ese grupo de 20 personas los preocupados son 8, y los despreocupados son 12. Actualmente, tras los eventos sucedidos y el transcurso del confinamiento y el desconfinamiento, en 2022, la preocupación ha bajado generalmente a 8 personas, en vez de 10.
El estado de ánimo en ese grupo de veinte personas, lo consideran gravemente vulnerado una o dos personas del total del grupo. O sea, en cualquier circunstancia normalizada, siempre hay un residuo de desanimados parecido, y según el contexto sociogeográfico, muchas veces mayor.
¿Miedo? En ese grupo de 20 personas, los miedosos han sido dos personas. El resto ha sobrellevado el miedo con ajenidad. ¿Tristeza? De ese grupo de 20 personas, de nuevo dos han sufrido episodios graves de tristeza o depresión. ¿Soledad? Motivado por la pandemia, unas dos personas del total de veinte, se han sentido solas.
Pasando a otro orden emotivo: ¿Crisis de pareja por motivo de la pandemia? Si acaso una persona ha tenido problemas graves, en todo caso fricciones en 6 personas del grupo de 20.
Los comportamientos obsesivos en el grupo son nulos, si acaso 4 personas, del grupo de 20, alguna vez se ha visto sorprendida por alguna obsesión pasajera. Lo innatural sería que no hubiera ninguna obsesión. ¿Ha habido pensamientos suicidas? De nuevo se rastrea cero pensamientos, y tal vez alguien, una sola persona del grupo de veinte, se ha sorprendido alguna vez pensando en ello. Estas cotas porcentuales son, incluso, inferiores a las de las conductas de autolisis en la población en general.
¿Ha existido violencia de género o familiar? De nuevo, del grupo de 20 personas, acaso una, ha sufrido episodios de violencia familiar, siendo que en Fuerteventura tal vez han sido 2 personas del grupo de 20 las que han tenido que enfrentar esos episodios violentos a causa del confinamiento y la pandemia. La diferencia para con los datos estadísticos correspondientes a la población en general en un contexto normal, son inferiores.
Y vamos, finalmente, a enfocarnos en las ayudas psicológicas, psiquiátricas o medicamentarias, a las que acudiría ese grupo, a consecuencia de la pandemia. Del grupo de 20 van a psicólogos o psiquiatras unas 3 personas (en Fuerteventura casi cuatro). Antes de la pandemia consumían ansiolíticos o antidepresivos unas 4 personas del grupo de 20. Con la pandemia pasaron a consumir esos medicamentos casi 7 personas, y en 2022, tras las diversas crisis de confinamiento y pandemia, han vuelto a tomar los mismos medicamentos las mismas 4 personas.
En conclusión, la foto del grupo muestra gráficamente que, en Canarias, los efectos de la pandemia han sido provocados, más bien, por las incomodidades de sus gestores políticos, empleados en cercenar derechos constitucionales básicos, por miedo a la pérdida de sus poltronas, pero no han influido en el ánimo general de forma patológica. La patología han sido los políticos y sus políticas.
Juan Ezequiel Morales es filósofo.