Guerra Fría en el sector eléctrico
La renuncia al gas de Enel, la accionista mayoritaria de Endesa, cambia las reglas de juego del sector energético y abre dudas sobre la rentabilidad eléctrica en Canarias.
Enagás, Naturgy o Totisa cuentan con una ventaja adicional para desarrollar sus proyectos gasísticos al salir del puzzle el principal operador de las Islas.
Mención aparte merece Disa, que vuelve a sorprender con la distribución de gas en Baleares mientras en Canarias tumbó los planes, vía judicial, a Redexis y al entonces consejero nacionalista del Gobierno, Pedro Ortega.
Enel prevé suprimir sus centrales de ciclo combinado, un episodio que, de conseguirlo, obligará a la compañía a explicar cuál será el futuro de Juan Grande y Granadilla.
Canarias, al no usar el gas en las centrales por los conflictos institucionales y políticos, utiliza exclusivamente derivados fósiles para obtener energía eléctrica, un hecho que eleva la huella de carbono para Enel en toda Europa, hasta el punto de que se arriesga a suspender las auditorías medioambientales.
Para Enel, Canarias es rentable si el Estado español continúa subvencionando la luz (aún a costa de empeorar sus emisiones), pero si a la Unión Europea se le colma la paciencia, los residentes isleños se pueden llevar un susto de los hacen historia.
Haría bien el Gobierno en tomar nota de este cambio de paradigma energético y prever planes b sin complejos. Sobre todo, porque Endesa se defiende como puede cuando argumenta que la Ley Soria le impide invertir y modernizar sus estructuras en cuotas regionales por encima del 40%.
Más allá de la complejidad del sistema insular, la lucha contra el cambio climático sigue estancada y con el nuevo plan de inversiones de Enel, se ha desatado un problema de gran Guerra Fría entre empresas, gobiernos y usuarios.