François Chaignaud triunfa en la Bienal de Danza de Lyon
Estamos ante la revelación de un genio con 'Radio Vinci Park', una obra entre lo prohibido, lo inquietante y lo subversivo que discurre entre clavicordios, farinellis, geishas y el rugido de una moto
François Chaignaud, semilla del Edén. Hacía exactamente cinco años que nadie del mundo de la danza me sorprendía tanto, hasta el punto mismo de rescatarme. Quebrantarme en lo más profundo para, acto seguido, revivirme.
Salir absolutamente renacida de un espectáculo de tan sólo una hora de duración, pero del que sabes con certeza desde el minuto uno que así va a ser. Que ya nada volverá al mismo lugar, que nada será igual porque el punto de partida es otro…
Es la constatación del talento, sin más. Inmenso. Y la revelación de un genio, también sin más. A partir de ahora habrá un antes y un después en la concepción de la danza, como mismo sucediera con Pina Bausch en su día.
La 20ª Bienal de Danza de Lyon ha apuntado el momento y el lugar, pero es François Chaignaud quien marca el paso señalando la casilla de salida con el inicio del otoño de 2023. En vivo y en directo.
Todo acompasa. La espera bajo el cielo, mientras cae la tarde y oscurece junto a una nave de las enormes instalaciones de la antigua fábrica de electrodomésticos Fagor. El sentimiento de colectividad de ser todos conducidos, juntos, hacia lo inesperado…
Y a la vuelta de aquella esquina descampada, el Arte absoluto, aunque aún no lo supiéramos. Nos aproximamos tímidamente sobre la suciedad del terreno, evitando o no los charcos de la lluvia caída durante la tarde, dando así comienzo nuestra deambulación por las intenciones y oscuros deseos de François Chaignaud.
Enganchados del brazo de la libertad y sintiéndola como tal, nos adentramos en el mundo de ‘Radio Vinci Park’ y en el universo infinito de Chaignaud.
Hasta ese instante, lo único que yo sabía de la Radio Vinci Park era que se trataba de la emisora de radio corporativa que había creado las canciones clásicas que se escuchaban en los aparcamientos subterráneos.
Eso era antes. Pero llegó lo prohibido, lo inquietante y, por qué no, lo subversivo. Era François y llevaba, a todas luces, la libertad enganchada del brazo. Diría que la sacaba a pasear desde hace ya tiempo.
Nos aguardaba en su realidad (inmersa en la fantasía), la misma que todos buscábamos y por la que fuimos hasta allí. Pero François la tenía a mano, como si la portara siempre en el bolso.
Melancólica, en la cabina de un viejo garaje/taller de reparaciones, ella lee abstraída por completo de la grasa de los motores de los coches que impregna la suela de sus tacones de 15 centímetros.
Podría ser la ‘Francesca’ de Meryl Streep en ‘Los Puentes de Madison’, insatisfecha también, pero ha elegido el peinado de la Princesa Leia. Así que seguramente llegará más lejos que ella…
Efectivamente, lo comprobamos en la escena siguiente, aún más onírica si no fuera porque François la hace tangible. Y hasta deseable. De modo sugerente, los dos mecánicos de pecho descubierto y sucio de grasa (pero esmalte de uñas azul eléctrico), que se habían revelado como ‘Farinellis’ de un coro mientras examinaban las entrañas de dos coches aparcados… Ahora la escoltan.
Entran al siguiente espacio, ya cubierto, donde todos aguardamos alrededor de las vallas que nos distancian/protegen de un motorista. Inerte, como si fuera una pieza más de la moto, permanece con su casco puesto.
Y resurge François, como si fuera otro ‘Farinelli’ más. Ceremoniosa, hace su aparición cantando sobre la pieza barroca que interpreta al clavicordio Marie-Pierre Brébant.
Comienza entonces toda una escena de seducción entre esta geisha que taconea y cascabelea para llamar su atención hasta caer, despechada, después de habérselo dado todo. El movimiento imposible al límite de la contorsión, el gesto y la mirada, y hasta la voz
Hasta la muerte. Porque cuando arranca el motor, ruge. Y aunque, sólo sea por esta vez, el toro mata al torero. Pero François resurge. Su imagen se nos antoja imborrable de esta Bienal 2023. Aún resuena el eco de la ovación.