Francia y España se juegan mucho en Mali
Francia y España se juega mucho en Mali porque el mandato del presidente depuesto, Ibrahim Keïta, que comenzó después de otro golpe en 2012, coincide con la expansión de las misiones de paz en una de las áreas estratégicas para combatir el yihadismo, el crimen organizado y la inmigración.
Keïta ha sido un socio vital para París en sus esfuerzos contra la insurgencia en la región; por eso, el presidente francés Emmanuel Macron fue uno de los primeros en condenar el motín.
Estados Unidos, otro actor central que frena el terrorismo en Mali, también genera dudas después de que Donald Trump acordara no otorgar más ayuda militar a los gobiernos subsaharianos.
Pero el mayor interrogante para África es el impacto del golpe en la Fuerza Conjunta G5 Sahel, una gran alianza militar formada por Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger, que la UE ha prometido apoyar, tal y como anunció en Mauritania, en julio de 2020, el presidente español, Pedro Sánchez.
G5 Sahel están considerando la posibilidad de imponer sanciones a Mali y todos han cerrado sus fronteras con el país en respuesta al golpe. La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) también ha suspendido los flujos financieros.
Pero Mali es un avispero. El crimen organizado y el yihadismo se han dado la mano desde hace 15 años. Amenazan a su entorno geográfico más inmediato, como el Sur de Argelia, El Sáhara o Mauritania, países que miran desde la costa atlántica a Canarias.
El golpe de estado en Bamako se produjo cuando los países de África han expresado una creciente determinación para gestionar sus propios asuntos bajo el lema “Soluciones africanas para los problemas africanos“. En febrero de 2020, los líderes de la región del Sahel, marcada por la violencia, impulsaron su propia estrategia contra el terrorismo, una iniciativa que destaca el creciente malestar con la presencia de tropas francesas en la región.
Para Europa, la estabilidad en Mali es importante, ya que busca extender su influencia en África y ayudar a los países a desarrollarse, en parte para reducir el gran flujo de migrantes de ciertas partes del continente.
Malí alberga actualmente a más de 45.000 refugiados y 250.000 desplazados internos. Es poco probable que el golpe alivie esa situación, informa Político.eu.