Elvis al otro lado del espejo
El director australiano Baz Luhrmann nos asoma a las entrañas del rey del Rock en un viaje sin retorno a la construcción del gran mito musical. Y lo consigue: nos enseña al interior de Elvis Presley como nunca antes nadie lo había hecho
Elvis y Baz Luhrmann, dos nombres que sólo pueden llevarte al otro lado del espejo. No es lo que se ha dado en llamar un ‘biopic‘ al uso, afortunadamente… Porque aburriría, sin más (incluso a los más fanáticos de Elvis, entre las que me incluyo).
Tampoco es un musical, por supuesto, porque te quedarías con ganas de escuchar muchos más temas de los que se muestran en esta nueva película sobre el mito en el que se convirtió Elvis Aaron Presley…
En ‘Elvis’, el director australiano Baz Luhrmann nos permite asomarnos a las entrañas del mismísimo Rey del Rock, cobijarnos bajo el latido del mismo corazón del hombre que había detrás del mito.
Es un viaje sin retorno a la construcción de ese gran mito que fue y es Elvis, sin género de dudas. (No en vano, continúa siendo el solista que más discos ha vendido en toda la historia de la música).
Pero es también otro viaje, no a la destrucción del mismo, sino a la ‘deconstrucción’, tal y como suele decirse de los pasos de una coreografía en el mundo de la danza.
Elvis Aaron pasa por un infierno para alcanzar el paraíso y sólo Elvis vuelve a descender a él, transitando por sus brasas, toda vez que ya ha acariciado el cielo.
Asistimos sin tapujos al asesinato descarnado del hombre para dar vida a la leyenda y, sin pudor, somos testigos de cómo quien ve en él todo el potencial, un siniestro personaje apodado ‘Coronel Parker’, se hace con su alma…
(A la que mantendrá oportunamente fuera del alcance de Elvis Aaron Presley. Sin posibilidad de más).
Y claro, estas oscuras bambalinas era un escenario perfecto para ese histrionismo tan visualmente estridente de Baz Luhrmann, que tan peculiar lo hace y tan singular cine ofrece. Y que te tiene que gustar… (Y a mí me gusta, y mucho).
Porque es un cine de texturas… Quiero decir con ello que Baz Luhrmann hace tangibles, de una manera o de otra, los planos cinematográficos y las etapas biográficas a través del color, según retrate una época u otra.
Por ejemplo, la escena en que Baz Luhrmann nos muestra el efecto a futuro que tendrá Elvis en las mujeres, es absolutamente sexual sin contar con un solo elemento erótico en pantalla…
Se trata sólo del juego de miradas. Del lenguaje corporal de ellas y las consecuencias en sus maquillajes faciales, o bien, el impulso eléctrico de sus manos. Totalmente incontrolado en cuanto Elvis da el primer meneo de caderas y la primera sacudida de pelvis…
Soberbia la interpretación y caracterización de Austin Butler en el papel protagonista, desde que Elvis se cuelga la guitarra al cuello por vez primera en un escenario, hasta su última aparición. (Donde cantará sentado ante el piano, mientras le sostienen el micrófono, por los fuertes dolores que padecía).
Como sobresaliente es también la actuación de Tom Hanks como el perverso ‘Coronel Parker’, narrador de la historia en un feed-back de expiación continua, al que llegas a odiar irremediablemente.
Baz Luhrmann se asoma al interior de Elvis Presley como nunca antes nadie lo había hecho… ¿Puede el alma tener color? Rotundamente sí, de la mano de Luhrmann, claro. Plásticamente, alcanzará incluso volumen.
De hecho, lo más biográfico que tiene este ‘Elvis Luhrmanniano’, y porque nos asoma al mundo desconocido del personaje antes de llegar a ser el gran Elvis… Es su absoluta devoción por la música negra.
Gospel, soul y rythm and blues laten en su corazón desde el descubrimiento que hizo en su niñez, cuando su familia ‘blanca’ tuvo que ir a vivir a un ‘barrio negro’. Fue entonces cuando, tal y como dijo el reverendo, “el Espíritu entró en él”. Y ya jamás se marchó. Cita imperdible con el cine de la gran pantalla, y ‘momentazo’ escuchar a Eminem rapear al Rey.