“El concepto español de soberanía es más orgánico”
Seminario del Issep en Segovia: El profesor González Hernández discute al filósofo francés Juan Bodino y su teoría del estado en “Los Seis Libros de La República” que, traducidos al español, fueron censurados por la Inquisición por defender el absolutismo
(Crónica especial, Segovia)
El segundo día, en setiembre, del seminario del Issep, en Segovia, y en el marco del encuentro de verano dirigido por el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, sobre “La Nación”, se abordó el presente nacional, con el tema de Patriotismo y Soberanía.
Domingo González Hernández, filósofo y doctor en Derecho, profesor de Política Social en la Universidad de Murcia, basó su didáctica sobre la soberanía considerando el pesimismo previo del profesor José María Marco, del que podría escaparse pensando a lo grande. Aludió a la definición de Octavio Paz de la política: limita un lado con la guerra y al otro lado con la filosofía.
Señaló la escuela italiana de Gaetano Mosca y Wilfredo Pareto de la política como la Ley de Hierro de la oligarquía, y repasó a Maquiavelo y sus propuestas en “El Príncipe”, suavizado por los españoles cuando hablaban de tacitismo, por Publio Cornelio Tácito y su descripción de la política romana como dimanante de un estado senatorial oligárquico, dirigido por los mejores.
González Hernández centra su propuesta en discutir al filósofo francés Juan Bodino y su teoría del estado en “Los Seis Libros de La República” que, traducidos al español fueron censurados por la Inquisición por defender el absolutismo y un concepto de soberanía que determinaron luego a Hobbes: monarquía absoluta originada en la “puissance”, el poder de mando, el poder absoluto, el poder indivisible, y el poder perpetuo. El profesor Domingo Hernández quiso demostrar que el concepto español de soberanía “es más orgánico y menos absoluto”, menos nacido de Dios, como terminó formulando Carl Schmitt cuando dijo que los conceptos políticos son siempre conceptos teológicos secularizados. Pareció una romántica propuesta hispana.
Entró el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz a concentrarse en el concepto de patriotismo, partiendo de un “zoón politikón” aristotélico, que fue roto luego por el concepto de soberanía de Hobbes y Maquiavelo. Quintana Paz quiere rehumanizar al humano, sacarlo del estado de “homo homini lupus est” al que lo arrojó la soberanía de los estados. El patriotismo, dice, tiene dos visiones equivocadas. Una lo es el sentimentalismo con el que se le aborda, como un acto de emociones y afectos, es la afirmación de “mi patria es…” la lengua en plan Fernando Pessoa, Joaquín Sabina, Sergio Ramírez o, incluso, María Zambrano. O mi patria es mi infancia, como en Rilke. O mi patria es mis zapatos, como en Jodorowsky o El último de la Fila. O mi patria es los servicios públicos, como en Errejón.
La patria emocional
La patria es, emocionalmente, algo que se ridiculiza o se ensalza. Otro concepto del patriotismo es el construido desde la propuesta de Aznar: el patriotismo está ubicado en la Constitución, noción que, aclara Quintana Paz, nace en Enzensberger y la difunde Juergen Habermas, un patriotismo constitucional, una idolatría por la Constitución que, en España, se convierte en Constitución de 1978. Pero la idea de ser patriota de un texto legal es como ser patriota del Código Penal o del Código de la Circulación.
Los alemanes, cuando hablan de patriotismo constitucional, lo dicen en base a ser patriotas de una serie de derechos y deberes ciudadanos, y eso nos llevaría, por ejemplo, a que si Cataluña origina una nueva constitución se enmarcaría en una carta de derechos y deberes que no dejarían de ser otra constitución más, igual de legítima que la de España en 1978. Es entonces que Quintana Paz se pregunta qué es el humano: un mamífero, y actúa como un mamífero, con vínculos con las madres y de los unos con los otros. Y los biólogos saben que los humanos son seres ultrasociales, y la noción de patriotismo ahí sería, no la de un sentimiento, no la de una construcción racional jurídica, sino la de hacernos mejores personas gracias a la virtud, la virtud de ser buenos hijos, buenos padres, buenos hermanos y buenos compatriotas, siendo que querer a lo propio no significa odiar a lo ajeno. Termina proponiendo una imagen simbólica, la de Enneas huyendo de Troya y llevando consigo a su padre Anquises a su espalda y a su hijo Ascanius tomado del brazo. No somos burbujas temerosas de los demás, sino humanos con vínculos que nos constituyen.
El profesor del ISSEP, y director de El Toro TV, José Javier Esparza, propuso una anécdota informal para definir el peso de la Leyenda Negra en una España que se auto-odia. Se refirió a un episodio de Sherlock de un asesino que consigue matar a muchos sin ponerles nunca la mano encima, un taxista ya mayor que consigue, hablando, convencer a las víctimas de que eran un error, y llevarlos a suicidarse, a tomar una pastilla venenosa que les proporcionaba una vez convencidos de que mejor era morir porque no merecía la pena que vivieran. El efecto de la Leyenda Negra española es igual.
Se atribuye la expresión “Leyenda Negra” a Julián Juderías, conocedor de 16 lenguas, y que se preocupaba por el trato exagerado y manipulado de la historia de España como imperio, en cuanto a la Inquisición y la conquista y colonización de América. Esparza advierte de que cuando se tiene el poder siempre hay alguien que ataca y dice de todo, y no le preocupa, por ejemplo, que dichos ataques provengan de Southampton, pero sí el que dichos ataques sean propios, autoinfligidos e insertos en el sistema educativo español (la conquista de América fue un desastre, qué pena que Napoleón no terminó por conquistar España, qué pena que se perdió Al Andalus). Los textos de Llorente o de Bartolomé de Las Casas se pueden refutar o rebatir, pero la educación a los niños y jóvenes es un veneno, una gota malaya que lleva a odiar al propio país en el que se vive y a la nación en la que estás. Y ese es el verdadero enemigo de la conciencia nacional.
Nadie puede vivir odiándose todo el tiempo. Los ideologemas del 98 de que en España hay que rectificarlo todo, inciden en la propia existencia de España. Todos estos temas de auto-odio han sido incorporados en el socialismo y el separatismo como discurso oficial. Desde los años ochenta del siglo pasado, España es un error. El etnomasoquismo es algo extendido por toda Europa, pero en España es especialmente grave, dado que es el propio gobierno el que considera bueno destruir al país. Sin embargo, señala Esparza, si entramos en cualquier librería está llena de libros que reivindican a España, sobre todo desde hace unos veinte años a la actualidad. No es necesario tomar todos los días la pastilla del taxista de Sherlock. Esparza propone que la opinión mayoritaria siempre depende de la opinión de minorías decisivas, como la que, por ejemplo, ha llevado a la secesión de Cataluña, y ahí hay que estar, en dar la guerra desde una minoría decisiva.
El abogado, escritor y político Juan Carlos Girauta, también profesor del Issep, señala que tuvo que irse de Cataluña para que no le agredieran continuamente los zombies nacionalistas, y vino a vivir a Toledo. Ya en Toledo, se dio cuenta de que los negocios más vistosos era la venta de herramientas de tortura de la inquisición, de manera que, incluso, por marketing, se inventaron unas cuantas que no existieron realmente. El negocio ha sido el de generar un espectáculo de terror para vender. Así llegan los turistas alemanes y se horrorizan, cuando su pueblo quemó a unas 25.000 brujas, en tanto que los historiadores hablan de que en España se quemaron unas 200, por no hablar de Inglaterra, que superó a Alemania. El etnomasoquismo lo tienen otros países, como EEUU entre blancos y negros, dándose circunstancias ridículas como que quien acabó con la segregación racial, defendida por los demócratas, fue Lincoln, fundador del partido republicano. Girauta cita a Alain Finkielkraut que habla de que, por vez primera en la academia, se estudia la literatura por el sujeto que la hace (literatura negra, de mujeres, homosexual, etcétera), en vez de por el objeto en sí mismo.
En la academia hasta el silencio se hace sospechoso. El victimismo se ha convertido en un negocio, y el etnomasoquismo resulta interesante si se hace “woke”. Girauta sospecha que cuando un hombre se hace feminista es para ligar, pues lo importante es la figura, como la de la política planchadora. Hay causas como la del cambio climático que pretende ser un consenso científico (contra la naturaleza propia del método científico, que nunca es un consenso, pues la ciencia no es democrática), o la causa del género como constructo cultural. De esta forma llegamos a la causa identitaria, que necesita de alguien que se siente muy mal, que se siente víctima, y ahí nacen los nacionalismos catalán o vasco, que encuentran que España les debe y les ha vituperado históricamente.
El victimista despierta (woke), y el victimismo es lo que hace surgir a las nuevas identidades y las alimenta. Girauta, que ha sido eurodiputado, conoce de la extrañeza con la que, desde Europa, se contempla el auto-odio de los españoles, del poco orgullo que tienen de sí mismos. España es un imperio humanista, propone, y los genocidas han sido los ingleses, hay que difundir quiénes han sido los genocidas y no ponerse nunca a la defensiva, sino tener las ideas claras de que España ha sido un imperio humanista. Y las causas “woke” son profundamente reaccionarias: el calentamiento climático pretende cercenar la salida del atraso de los pueblos del tercer mundo, la cultura transgénero pretende acabar con el feminismo, y la escuela actual enseña a todos que discrepar es una forma de violencia.
La filósofa Mariona Gumpert, columnista y profesora en la Universidad de Navarra, también dio una visión pesimista acerca de lo que es ser español, aunque cree que un pesimista es un optimista bien informado. Le causa pesimismo el bajo nivel de los que llegan a la universidad, y señala anecdóticamente que cuando llegan los amigos de sus hijos y les pone una película ya no son capaces ni siquiera de concentrarse y terminar de ver el film hasta el final. Las naciones son como los individuos, están insertas en su historia, y propone que los países jóvenes no tienen los problemas de identidad que tiene España, o también, por ejemplo, Inglaterra, atacados por movimientos particularistas centrífugos. La esencia del ser español es, entre otras, haber sido un imperio, pues una entelequia no funda un imperio, y eso es reconocido incluso por el resto de los países. Para consolidar la nación española, Mariona Gumpert propuso un servicio militar que forzaría a la gente a conocer los distintos tipos de españoles, aparte que serviría para establecer lazos de parentesco, y quien quisiera objetar por conciencia tendría trabajos en cuidar bosques, etcétera. Gumpert también propone que, al igual que hicieron los movimientos homosexuales que acogieron lo “queer”, que es lo extraño y bizarro, elevándolo a la categoría de deseable, también habría que hacerlo con lo “facha”, pues todo lo que no le gusta a la izquierda es “facha”, y eso es un buen indicativo para convertir, de nuevo, lo bizarro en deseable.
Nacionalista español
Finalmente, la conferencia del periodista y economista Francisco Santas, Hughes, intentó entrar en el concepto de nacionalismo y en el qué es ser nacionalista español. Expresó que, en el momento, en 2017, del golpe en Cataluña se sintió personalmente atormentado, como si perdiera algo que le constituía a él mismo como ciudadano, algo parecido a lo que sintieron las gentes de Yugoeslavia antes de desaparecer su nación. Para Hughes, la cultura española no es la suma de la catalana, la gallega, la vasca, la andaluza y todas las demás, sino que al unirse todas se da algo más, España es más que esa mera unión. España no es, como dice Félix Ovejero, un flogisto medieval cuyo concepto desaparece como una visión, sino que viene a ser una macrobiota, una comunidad bacteriológica que define el funcionamiento de todo el cuerpo. Se extraña de que nacionalismo haya sido una palabra que sólo ha quedado para los separatistas. El caldo en el que se cocina el separatismo es lo “woke”, lo victimista, y se sustituye la autodeterminación por un derecho a decidir, como los derechos a decidir sobre el género, sobre la eutanasia, o sobre el aborto. Los separatistas se presentan como maestros “woke”, son víctimas del pasado y hasta les debemos mucho dinero.
El filósofo Santiago Armesilla hizo un recorrido por la constitución española de 1978, señalándola culpable de todo el panorama español actual, pues ya desde el artículo 1 propugna un estado social y democrático, o sea, socialdemócrata, y sigue en el artículo 2: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ella”. Ya este oxímoron, de que conviva una nación con unas nacionalidades, conlleva en sí su propia autodestrucción.
Y así terminó una visión pesimista, tanto vista por los filósofos de más edad como por los jóvenes, un exordio de la nación española encaminada a su desaparición, que recoge el ambiente que se vive en la nación.
Al retornar en un taxi, di con un taxista venezolano que había huido de su país y de la cárcel. Era militar, teniente, y lo habían acusado de participar en un golpe bien planeado contra Maduro, que falló por la infiltración de elementos del gobierno que provocaron una gran matanza cuando entraron a la misión de acabamiento del régimen de Maduro, incluyendo algunos gringos todavía presos en el Helicoide. Me despedí de él, un teniente bien formado, diciéndole que volvería como tal a su país cuando por fin cayera el dictador, pero él, joven, ni quería oír hablar de volver a ser militar. Ahora era comerciante, y prefería la paz.