Cuba en un coco, versear igual alegrías y penas
#UnViajeUnInstante, relato 12. En su itinerario del mundo, admite que su abuela era 'repentista' y se da cuenta que aquel punto cubano ("mi niña, dile a tu madre que si quiere 4 cocos") está emocionalmente unido al clamor de Carlos en el Parque Santa Catalina: "Cuando huelo Coco me acuerdo de Cuba"
#UnViajeUnInstante y un sueño. Puesto que la vida entera es un relato, mil y uno de ellos, en realidad, cabría decir por igual que las historias de hoy son los viajes de ayer y las de entonces, contadas ahora, podrían ser los de mañana.
Me gustaría que así fuera, que también un viaje soñado después de escuchar tantos pasajes sobre un mismo lugar, se convirtiera mañana en mi nuevo destino. El futuro es ahora.
Y lo es aunque yo para hablar de él, tenga que empezar a hacerlo por mi abuela… “Que si quiere cuatro cocos”, bien entonado pero sin cantar. Mi abuela era ‘repentista’ y yo lo desconocía.
Sí sabía que descendía de una cubana, su abuela (y mi tatarabuela), que ‘verseaba’ lo mismo ante la alegría que ante la adversidad. Claramente, lo de ‘los cocos’ surgía cuando estaba contenta.
Por ello, todavía hoy yo me acuerdo de ella cuando enfilo cuesta abajo la calle López Botas, en nuestro barrio capitalino de Vegueta. Y viendo el mar allá abajo del todo, mientras las rodillas te van frenando el paso, pienso en ‘La Habana vieja’.
Y sin salir de Las Palmas, con el horizonte al fondo y las campanas a mi espalda, me viene a la memoria la tonada de aquel ‘punto’ en la voz de mi abuela, María Concepción…
“Mi niña, dile a tu madre
que si quiere cuatro cocos”
Es entonces cuando el azul del cielo se vuelve tan intenso que me lleva a la Cuba de la que entonces ella hablaba, porque a su vez le contaron. Pero mis pies caminan por el empedrado de Vegueta, cuesta abajo, como si fuera el de la Habana vieja.
Y sueño que un día voy allá, rellenando los huecos de sus recuerdos, que también son ya los míos, con las palabras de quienes también llegaron nuevos a mi vida.
Planeo el mismo viaje una y otra vez, como si aún quedara todo el tiempo del mundo, porque para los recuerdos no existe su paso, ni tampoco la distancia.
Los cocos de mi abuela me llevan a la sonrisa de Carlos… “Cuando huelo coco me acuerdo de Cuba”, decía con su amplia sonrisa, mientras se bebía la vida aquella soleada mañana en el Parque de Santa Catalina.
“Y si le parecen pocos,
que si quiere cuatro más”
De nuevo, el son de mi abuela… Los dos llevaban siempre un ‘quejío’ que también traía tristezas, y traía llanto, a pesar de sus sonrisas. Era un ‘quejío’ cargado de lágrimas negras, como la canción.
Cuando mi abuela cantaba o Carlos bailaba era como caer del cielo por uno solo de sus sones, o buscar la luz en un segundo más de vida. Es el mismo cielo azul de la calle López Botas y su mar al fondo.
El mismo azul del cielo, cuando luce, en La Habana vieja. Es el sabor de la gente que vive como si no hubiera vísperas de nada, sólo días. “¿Por qué preocuparse por ‘medios días’ habiendo ‘días enteros’?“, decía mi abuela.
“Cuando huelo coco, me acuerdo mucho de Cuba”, me dijo Carlos. Eran las raíces de su tierra las que se asomaban en ese momento a su mirada, las que le daban su fuerza de artista y las que mecían su chispa de bailarín.
Las mismas que llevaban siempre a mi abuela a coger la libreta y el bolígrafo, cuando ‘verseaba’ sin haber llegado a pisar nunca Cuba, salvo de oídas.
“Tan impuesta estoy al mal
después que mi bien perdí,
que el bien, me parece mal
y el mal es bien para mí”
Era ese mismo ‘quejío’ el que llevaba a Carlos a repetirse aquello de “Pienso volver, mejore o no mejore la cosa, yo vuelvo, porque la echo mucho de menos”.
La Cuba soñada cuyo destino yo planeo sobre el calendario, una vez tras otra, como un próximo viaje del que tanto conozco sin haberla pisado aún. De los versos de mi abuela, y sus ‘puntos cubanos’, al danzón de Carlos y aquel ritmo suyo de puro son cubano.
Con los pensamientos puestos en su isla caribeña, sueño con ese viaje en un sólo instante y veo aquellos cocos, los de mi abuela y los de Carlos. “Que si quieres cuatro más”…
Todas las palabras que quedaron por decir, se dormirán y esperarán todas las horas que aún quedan por vivir. Porque ahora soy yo la que se acuerda de Cuba cuando huele a coco. Y la espera, soñando el mar.
Para seguir leyendo
Relato 1. Charlotte en la Isla, un chocolate en París con aromas de Sri Lanka.
Relato 2. Belén hace de una franquicia de café un sueño propio.
Relato 3. Laguna de Naila, el paraíso de los colores infinitos e imposibles.
Relato 4. Agadir, la escritura con arena y sal de ‘Dios, Patria, Rey’.
Relato 5. Florencia y toda la suerte del mundo en el hocico de un jabalí.
Relato 6. Torre de Pisa, como un girasol que siempre te mira de frente.
Relato 7. Pan de vida más allá de la Basílica de la Natividad.
Relato 8. Turín, el ‘oficio de vivir’ del gran Césare Pavese.
Relato 9. Ouro Preto, la riqueza brasileña de ‘Doña Bella’.
Relato 10. Congohnas, la sonrisa de las ‘namoradeiras’.
Relato 11. Nueva York sonríe de nuevo a los 90 años del Empire State Building.