Cocteau 90 años de ‘Los niños terribles’
Claramente, se intuye la dicotomía del bien y el mal. Y el muro que separa ambos, ¿de qué está hecho, de sueños o de posibilidades? La fantasía es también una opción, aunque no siempre aceptada por la sociedad
Cocteau y ‘Les Enfants terribles’. Sí, todavía… Encore! “Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad. Si lo hiciera, dejaría de ser artista”, tal y como decía Oscar Wilde…
Pero los muros definen espacios casi siempre contradictorios a ambos lados, de emociones encontradas y frontera para la confusión.
Y en el caso de los que guardan el mundo en la habitación de ‘Les Enfants terribles’ de Jean Cocteau (Los niños terribles, 1929), no es menos cierto.
Claro que no, 90 años después de que el poeta (por encima de todo, poeta), escribiera esta obra, sigue considerándose una novela subversiva.
Durante 17 días escribió desde el dolor y desde el profundo pozo de la adicción al opio. Al fin y al cabo, la vida es una experimentación en sí misma. Un aprendizaje continuo.
Y tal y como decía el propio Jean Cocteau : “Los privilegios de la belleza son inmensos. Incluso actúan sobre aquellos que no lo ven…”
Pero 90 años después, aún mucha gente ni ve ni escucha. Se limita a hablar de cuanto jamás ha visto y de todo lo que nunca oyó. Acaso haya algo más provocativo que la propia realidad sobre la faz de la tierra.
‘Les Enfants terribles’ es una historia simple en apariencia, pero sólo en apariencia. Paul es un joven estudiante de secundaria que cae herido por una bola de nieve que, en realidad, esconde dentro una piedra.
Transcurre en el período de entreguerras y aunque Paul, al enfermarse, queda recluido en la habitación junto a su hermana, se intuye su amor por el muchacho que le arrojó la piedra.
Pero eso ya poco importa cuando comparte el universo de su hermana mayor, su habitación y su cama. El deseo a esas edades y los secretos a los que incita, conformarán todo su firmamento.
Claramente, se intuye la dicotomía del bien y el mal. Y el muro que separa ambos, ¿de qué está hecho, de sueños o de posibilidades? La fantasía es también una opción, aunque no siempre aceptada por la sociedad.
Y la mera bola de nieve lanzada contra Paul, pero que contiene una piedra, es el símbolo del mal, de la mismísima fatalidad… Herirlo determinará que enferme de tuberculosis y que quede sometido bajo la voluntad de su hermana.
El yugo del destino tiene las más de las veces un rostro humano que cuenta las horas por ti. Sobre todo, las que no suenan, las que alimentan sordamente el ansia del otro.
La habitación de Elisabeth será el cenador donde compartan sus vidas. A puerta cerrada, en una única sala común. Un nuevo mundo donde no rigen las reglas morales de la sociedad. Tan sólo el deseo.
Cocteau retrató la ociosidad de los pequeño-burgueses de los años ’20, Se asomó sin pudor a las drogas, la homosexualidad o el incesto.
Son los protagonistas de la transgresión. Y eso los convierte en héroes. Los pasajes que Jean Cocteau escribió a la edad de 40 siguen siendo, aún hoy, puro veneno para muchos.
Como dijera el propio Cocteau sobre la poesía… “Esto es sobre todo ser uno mismo, decir lo que nadie más podría decir, porque tiene su origen en el alma”.
Amor y muerte a ambos lados de una misma piel. Fuerza y ferocidad a un tiempo, y sin límites hasta las máximas consecuencias. Sin vuelta atrás, en un camino de no retorno.
Aislados del resto del mundo y en la firme determinación de rechazar la madurez y renunciar a ser adultos. Jamás abandonar la etapa de ‘enfants’ y acaso ser juzgados por sus actos.
Después de todo, una poesía es siempre una petición de algo, y ésta no es más que un poema a compartir. Tal y como alardeaba el genial escritor Oscar Wilde, “bien o mal, qué más da, lo importante es que hablen de mí”… Pour toujours, Jean Cocteau!