Brindisi el tacón de la bota de Italia que reina en el Adriático
Historias con huella, relato 5. La autora se topa con la obra eterna de Virgilio para constatar que la gran poesía de los clásicos latinos descansa en un pequeño puerto, con una mano enganchada a la memoria y la otra a la libertad para que guíe sin rumbo fijo nuestros pasos
#NuevaNormalidad como concepto ambiguo e inespecífico que, en realidad, no sabemos bien si deseamos. Si asomarnos sólo a mirar o lanzarnos a esas aguas, sin saber si hacemos pie.
Así las cosas, nos enganchamos del brazo de la memoria para dar un paseo, mientras tendemos la otra mano a la libertad para que guíe sin rumbo fijo nuestros pasos.
De nuevo, de isla a isla y tiro porque me toca… Pero no del todo, porque para dejar de beber en este Mediterráneo que nos mantiene cautivos de su seducción, y seguir rumbo a otros mares, tocaremos puerto continental. Una vez más.
Y te daré una pista antes de seguir. Cuando compras unos zapatos de tacón, ¿qué rodeas con la yema de tus dedos antes de decidirte al fin, la punta o el tacón?
¡Pues claro, el tacón! Ahí estamos, exactamente, en el tacón de la bota italiana (para eso son los ‘punteros’ en el diseño), donde el Mediterráneo pierde su nombre.
Estamos en Bríndisi es una ciudad italiana portuaria ubicada a orillas del mar Adriático, en la región meridional de Apulia (la ‘Puglia’ para los italianos).
Casi podría decir que fueron las gaviotas las que nos guiaron, porque no dejas de oírlas. Pero no es así, no esta vez, aunque siempre me alegre sentirlas.

Brindisi con una de sus principales atracciones, la escalera de Virgilio en el final de la Vía Appia. (Foto Espiral21).
Un lugar que, además, fue paso de Cruzados y peregrinos a Tierra Santa. Pero para los paseos, sin lugar a dudas, el ‘Lungomare’, esto es, toda la línea de la orilla del mar.
Un largo que sientes totalmente a rente, con el mar a ras del mismo suelo que pisas, casi como una invitación a caminar sobre las aguas… El Adriático te llama como mismo lo hacen las gaviotas.
Después de todo, de aquí fue de donde Phileas Fogg embarcó para dar la vuelta al mundo en 80 días… Y nosotros llevamos el doble de tiempo desde que toda esta pandemia empezó.

Cuadro colgado en el salón del Grande Albergo, evocando promesas de futuro con el mar a rente. (Foto Espiral21).
Pero no es por él que hemos venido hasta aquí, no. Para este paseo no necesitamos de los dados de Phileas Fogg, en absoluto. Siguiendo el consejo de quien dijo: “La Suerte ayuda a los osados”.
Y ya que en Malta habían sacado los Santos a la calle, fuimos tras los pasos del poeta más grande que Roma dio al mundo, pues este consejo fue dado en latín por Virgilio.
Allí estábamos, justo donde termina la ‘Via Appia’ que parte de Roma, a los pies de la escalinata de Virgilio, donde murió el gran poeta de ‘La Eneida’ y que conduce a este ‘mare’ por el que parece que quisiera seguir, empedrada sobre sus tenues olas.

Lungomare de Brindisi, donde se levanta el Grande Albergo Internazionale, en el Palazzo Montenegro. (Foto Espiral21).
Un puerto natural de aguas profundas. Una ensenada llena de luz con dos brazos de tierra que te acogen para mostrarte el mundo, pues Brindisi fue decisiva para el comercio con Oriente.
Aquí acababa también la ‘Vía Trajana’, esa otra calzada que iba desde el sur de Italia hasta la misma Roma. Pero sobre todo, en este horizonte fue donde los piratas fenicios traicionaron a Espartaco y frustraron la primera gran revuelta social de la historia.
Pero para qué negarlo… La primera vez que pensé en pisar Brindisi algún día, fue cuando la escuché nombrar en los labios de ‘Espartaco’. (Perdón, Kirk Douglas). Y de su nombre me llegó la brisa de libertad. Aires de futuro aún por venir.
Existe además un punto, marcado en el suelo, desde el que se puede obtener una visión total de todo el conjunto circular. Y ahora hablo de otra visión, la del alma. Dentro de ‘San Giovanni Al Sepolcro’, un lugar de visita obligada en Brindisi.
Se trata de un templo circular que reproduce con exactitud el ‘anastasis’ del Santo Sepulcro de Jerusalén. Cuentan que así servía de memoria para todos los que de allí volvían. Y también de anticipación, de verdadera visión y recogimiento para los que en su busca marchaban.
Soportada por ocho columnas, la iglesia se fundó a finales del S. XI para dar gracias por el triunfo de la Iª Cruzada, y fue sede de la Orden de los Caballeros Templarios hasta su supresión.
Por eso tiene, en verdad, esa atmósfera de espiritualidad tan sorda y sonora a la vez, que te invita a bajar la voz, esa sensación de lugar único. Ese instante en el que te sabes pisando donde, hace miles de años, tantos hundieron sus huellas por un motivo.
Y además descubres en tu visita en solitario (porque es un lugar que parece haber sido olvidado por todos), que existe el ‘brindisino’. Sí, tal cual, y no me refiero a los oriundos de allí, sino a un dialecto.
Una variante del italiano, que está plagada de palabras y modismos del castellano, que te invitan a dejar a un lado la lengua de Fellini al intercambiar impresiones con quien guarda aquel sacro lugar.

Brindisi permite adivinar múltiples caminos para seguir en ruta, Grecia incluida, tal y como indica la autora del reportaje. (Foto Espiral21).
Su interior está lleno de elementos decorativos que son símbolos típicos de los templarios, como el nudo de Salomón (la unión entre lo humano y lo divino, en una de las columnas), la triple cinta o la cruz patriarcal.
Pero volvamos a Virgilio, porque cuando subes y bajas sus escaleras un par de veces, y miras la torre romana que las preside (marcando el fin de tantas cosas, en realidad), sientes que has cambiado no sólo de país, otra vez, sino también de tiempo. Acaso hayamos recuperado el tiempo de los aventureros, acaso el de los soñadores.
Dicen que Virgilio vaticinó también la llegada de Cristo con dos décadas de antelación en unos versos…
“Han llegado los tiempos últimos de que habla la Sibila:
Va a comenzar de nuevo el curso inmenso de los siglos.
De lo más alto de los cielos nos va a ser enviado un reparador.
Alégrate, casta Lucina, por el nacimiento de este niño,
que hará cesar la Edad de Hierro, reinante hasta ahora,
y extenderá la Edad de Oro por todo el universo…
El que debe obrar estas maravillas será engendrado en el mismo seno de Dios (…;)”.
Brindisi es una sorpresa inesperada en cada esquina, pese a su sencillez, porque cada una de ellas se abre a nuevos cruces de caminos y nuevas rutas. El propio Virgilio nos dejó dicho que “El tiempo de vivir es para todos breve e irreparable”.
Vivamos pues… Porque la vida es movimiento. Y como decía Amy Winehouse, a la que recordábamos esta semana: “No Creo que tu capacidad de lucha tenga que ver con lo grande que seas. Tiene que ver con la rabia que hay en ti”.
Leer el resto de los relatos:
1. Puerto de Las Nieves donde los besos eran robados con sabor a salitre.
2.Procida la isla del limoncello que sedujo a Neruda.
3. Sicilia es irrepetible, pero el cine la hizo eterna.
4. Malta, en el Mediterráneo al encuentro de Corto Maltés.
6. Santorini, la mayor belleza de otro tiempo.
7. Naxos, donde los sueños se vuelven azules sólo si te descalzas.
8. Ikaria, las alas de cera más longevas de Europa.
9. Patmos resucita tu boca en los cielos.
10. Calcídicas, los tres dedos de Eolo en el Egeo.
11. Príncipe, las islas turcas donde separas las nubes con las manos.
12. Acre, donde el mar se paró en Tierra Santa.
13. Mar Muerto, el gran lago salado en el desierto del Qumrán.
14. Mar de Galilea, donde el Pez de San Pedro pasa de plateado a dorado.