Bayona y la playa de ‘La Barra’ cambian la rotación de la tierra
#AguardoElDía, episodio 3. "Estamos en una de las ciudades más vistosas de toda Francia, y también de las más alegres. Seguramente, influya su proximidad a España y, por qué no decirlo, también su brisa directa del Atlántico que tan familiar me es"
#AguardoElDía que viene después. Después de todo, ya había encontrado un lugar para ello, el de los sueños. Vuelvo a asomarme al rincón de los recuerdos…
Abatida, quizá, por el sofocante calor, mi particular ‘buceo’ entre ellos se detuvo cómodamente en la fecha del calendario. ¡¿De verdad faltaban ya sólo tres días?!
Así de veloz se marchaba el mes de julio. Cuando fijé la vista en este último miércoles anterior al inicio de agosto, recordé que ya eran sus fiestas, y que ya estarían puestos los banderines rojos desde la Puerta de España en la muralla.
Por toda la peatonal de la ‘Rue d’Espagne’, de un lado a otro, en diagonal y de balcón a balcón, sujetos a sus barrotes de hierro forjado. Como si cubrieran el azul del cielo con cometas rojas…
Se anuncia con alegría los ansiados festejos de verano. El entramado de madera de las ventanas, verde o azul, se disfraza de más color aún, que entra a raudales por las aldabas de sus puertas (rivalizando con las coloridas fachadas en arco de la ‘Rue Pont Neuf’).
Duran cinco días y son las celebraciones tradicionales del País Vasco francés (muy al modo y manera de las de Pamplona). Pero mi rincón de los recuerdos iba más allá de su laberinto de calles medievales y del Puente del Espíritu Santo.
Mucho más allá incluso del barrio del Espíritu Santo (desde donde se disfruta de una de las vistas más bonitas de todo Bayona al otro lado del río).
Estamos en una de las ciudades más vistosas de toda Francia, y también de las más alegres. Seguramente, influya su proximidad a España y, por qué no decirlo, también su brisa directa del Atlántico que tan familiar me es.
Y sin embargo, es ésa la que me llama y me lleva a abandonar el casco urbano de la ‘Bayonne’ que bulle. Me empuja a seguir río abajo hasta la desembocadura del ‘Adour’, a poco más de doce minutos de esta divertida ciudad.
(Pie de vídeo: Nadia Jiménez, con las olas a cámara lenta en la playa de La Barra, próxima a Bayona).
Estarás al norte de Anglet, en una de las playas más bonitas que hayas visto jamás. Con el horizonte limpio y abierto al otro lado del mundo, las inmensas olas de la playa de ‘La Barre’ (la barra), ralentizan el tiempo hasta casi parar el movimiento de rotación de la tierra.
Bueno, al menos, ésa fue mi sensación en cuanto mis pies pasaron de la fina arena al mar. En esta playa de ‘La Barra’, que linda con la desembocadura del río Adour, se respira mar aunque le des la espalda. Acaso pueda alguien hacer algo semejante.
Flota su salado aliento en el aire hasta casi tocarlo y guardarlo como recuerdo. Puñados de salitre en la mano, en vez de puñados de arena. La magia de su azul te envuelve con su sonido hasta perder noción de tiempo y espacio.
Tienes la sensación de que, en cualquier momento, ya no verás más tus pies si no te apresuras a salir del agua, pues las escamas de tanta vida salada tomarán tus piernas por asalto hasta hacer de ti una sirena más…
Pues no miento si te digo que, al sonreírle al horizonte, pensando en otro día que aguardar aún los sueños… Vi asomar el torso de una sirena que chapoteó el agua con su cola. Eso me pareció ( Y aún sostengo a fecha de hoy).
Levantó la mano como para saludarme y, extendiendo sólo el pulgar y el meñique (manteniendo los otros tres dedos curvados), me hizo la ‘señal de shaka’. Sin duda, percibió también mi alegría de estar en las olas.
Para seguir leyendo:
Episodio 1. Maracuyá con yogur de Florencia al Antico Caffé de Vegueta.
Episodio 2. Trentemoult, a sólo 10 minutos de Julio Verne.
Episodio 4. Biarritz me regaló la espuma del mar.
Episodio 5. Lyon es capaz de crear una piscina de bolas sin agua.