Aylan, la espalda de Europa
Aylan no tenía bañador. No llegó a la orilla para hacer castillos de arena, sino para dejarlos atrás. En realidad, hace ya más de cuatro años que los niños sirios no juegan, y menos los de Kobane (ciudad recuperada por los kurdos, y otra vez perdida, frente al IS al menos dos veces).
Aylan sólo tenía tres. Y jamás jugó con la arena a la orilla del mar. No hubo tiempo. La arena se vuelve tan fría cuando la mojan las olas… ¿Quién querría dormir en ella? Y menos, para toda la eternidad.
Pero la gente no va a las playas de Bodrum a dormir. Y menos a morir. Se tumban sobre la misma arena mojada sólo cuando hace sol. Y boca arriba, mirando al día de igual a igual.
En la costa turca de Bodrum hay 169 alojamientos, según el buscador de ‘Booking’, que otorga a la ciudad una puntuación media de 8 en sus servicios a los turistas. Al menos 10 de esos establecimientos son hoteles de 4 y 5 estrellas. Suites, Villas y Resorts compiten por la mejor reserva.
Hoteles boutique y aquellos otros cuya etiqueta es la de ‘Adult only’… ¡Qué osadía la de Aylan y su hermano! ¿Acaso no saben inglés? Es septiembre y la ocupación ya ha bajado al 51%. Poco importa lo que suceda en sus playas durante la noche.
Y menos cuando no concierne a los turistas que han acudido hasta allí para zambullirse en el Egeo. ¿Contrataron ‘media pensión’ o bien ‘all inclusive’? En los contratos con los traficantes de seres humanos no hay letra pequeña, sólo 2.000 euros por cabeza.
¿Qué compran? Una plaza en un bote de goma junto a otras 14 personas. Pero donde sólo caben 4, con la noche como cómplice. Sin chaleco salvavidas, suben sin mirar atrás. Aylan no tenía manguitos, ni flotador. Todo el miedo del mundo y sólo las manos de su padre en la oscuridad.
El mar Egeo, convertido en puerta de Europa para el éxodo sirio, cobra derecho de vida y muerte. Su nombre proviene del rey ateniense Egeo, quien creyendo muerto a su hijo Teseo, devorado por el Minotauro en su laberinto, se arrojó a este mar desde el Cabo Sunión.
Pero ni el mismo mar Egeo se atrevió a tanto. Devolvió a Aylan intacto. Con la pureza de su inocencia aún visible. Pero sin vida… Quién querría volver a bañarse en el Egeo. Quién podría zambullirse sin sentir ese salitre de lágrimas pegado a la piel.
La muerte sabe a sal
A veces la muerte sabe a sal. Dice un proverbio árabe que “Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego”. Y Europa está tan ciega. Son las costas europeas las que se bañan en la desgracia, separando los ‘tropezones’ de muerte de los de vida mientras chapotean como peces.
Marcan su territorio como animales. Miran para otro lado con la superficialidad que les da la norma. La norma y la saciedad (una enfermedad como otra cualquiera). A veces, trivializan hasta hacer de la ayuda humanitaria unas vacaciones con anécdota.
¿Redondo de pollo con aceitunas y albaricoque o pasta negra rellena de salmón?, preguntó la azafata al otro lado de la cortinilla que separaba las dos únicas filas de ‘bussines class’. “La pasta con salmón, por favor”, respondió la misma voz masculina.
Minutos antes del despegue del vuelo IB del día 2 de septiembre con destino Atenas, aún hablaba por teléfono móvil. Con aire divertido, y entre risas… “¡Me voy a la isla de Kos por 10 días! Sí, a ayudar a una ONG con los refugiados. No me acuerdo del nombre…Te cuento a la vuelta”.
Su compromiso pasa por unas vacaciones con vuelo en ‘bussines’ y Resort en Kos. Fotos solidarias a pie de playa que colgar en el ‘Facebook’. Tras comer la pasta caliente con salmón. Aylan ya había muerto, boca abajo. Conoceríamos su rostro en los periódicos al día siguiente.
Hasta ese momento Aylan era sólo un nombre rechazado en un expediente de reunificación familiar en Vancouver (Canadá), el pasado mes de junio. El tiempo suficiente para lograr lo más difícil, sobrevivir a las bombas de ISIS en el Kurdistán sirio y llegar hasta el mar de la costa sur de Turquía.
Aylan tenía compañeros de viaje aquella noche… Su hermano de 5 años, los gemelos Adel y Amîn de año y medio, la pequeña Aminah de sólo 9 meses, y el jovencito Fâdi, de 11 años (nombres probables). Pero no conocemos sus caras.
En los cafés del paseo marítimo de Tesalónica, también Egeo al otro lado de las Calcídicas, las chicas de larga melena se debaten entre el café griego o el francés. Bien frío y con hielo. A mí la boca me sabe a sal. No hay #TM (Tendencia Meridian) esta semana. Sólo hay un nombre. El Meridiano 0 se empeña en separar vida y muerte: Aylan.
(Fotografía de portada, Scrolleditorial, bajo licencia de Creative Commons).
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