Antonio Morales, político del Sur
"Hay tiempo del Sur. Sopla viento del Sur. Ese viento que me lleva de vuelta a mi infancia. Aquel olor a sol, porque en el Sur incluso las noches huelen a sol. A sol y a tierra seca. Mi niñez entera huele a Sur"
Hay tiempo del Sur. Sopla viento del Sur. Ese viento que me lleva de vuelta a mi infancia. Aquel olor a sol, porque en el Sur incluso las noches huelen a sol. A sol y a tierra seca. Mi niñez entera huele a Sur.
Cada fin de semana se repetía la misma escena. El Salcai de entonces paraba siempre en el punto exacto, a la misma altura, tanto a la ida como a la vuelta, como si quisiera que yo leyera siempre la misma frase. El mismo verso, a la izquierda y a la derecha. Yo volvía la cara cada vez. Casi antes de llegar. Lo buscaba dentro de mi propia y pequeña rutina. Lo leía en el punto. Hasta el punto. Y aparte.
El trayecto se hacía plomizo, lleno de paradas, siempre al sol. Y todas ellas, con el mismo paisaje. Fuera, los ojos entornados de tanto mirar al sol y desafiar al viento. Con las manos en el cabello, ellas. Con los brazos cruzados, ellos. Paisaje y paisanajes de una tierra seca, comida y alimentada por el sol. Hambrienta. Kilómetros seguidos de nada. Una nada marrón salpicada de plásticos negros que un día cubrían los tomateros, y otro día, ya no.
Algunas casas dispersas y poco más. Hasta llegar al poema. Un solo verso en aquel muro largo que guardaba solares vacíos. Solares de más tierra seca, de esa que dejó atrás la pobreza. Llenos de sueños. Un solo verso al llegar al cruce del Carrizal para comprender.
Y no es por el peso del sol por lo que cae así tu vida, gota a gota, aparcero”, diría Juan Jiménez, el poeta, en aquel Carrizal de entonces. Mi padre.
Y era el peso de ese sol el que le hacía escribir poemas. Y era el verso de ese muro el que aliviaba de tanto sol. En el Sur.
Aquello duró años, hasta que un día…desapareció, sin más. El paisaje estaba cambiando, todo estaba cambiando. El Sur, también. El muro desapareció. El verso, no.
Es el tiempo del Sur, ya toca. También al norte, para todos.
Antonio Morales también es hombre de Sur, también un día entornó los ojos de tanto sol, de tanto viento. De Sur y de sueños es hombre, Antonio. Y de poemas. De un solo verso aprendió que la política, como la vida, se construye de sueños y no de promesas. De propósitos y no de abandonos.
Sus convicciones políticas son firmes y hunden sus raíces en una estructura básica asamblearia, donde la participación vecinal y la ideología nacionalista de izquierda van de la mano. Una mano que supo guiar al Colectivo Roque Aguayro desde su fundación en 1978, y que el pueblo de Agüimes tuvo el acierto de no soltar. Hasta ahora. Ahora que el Norte miró, celoso, al Sur. Antonio Morales encabezó siete veces consecutivas las listas electorales de Roque Aguayro, y otras tantas, dirigió con éxito los destinos de los ciudadanos de la Villa de Agüimes.
Más de un cuarto de siglo de excelencia en el municipio de Agüimes ha sido determinante para que el Norte, al fin, mirara a ese Sur de sus gentes, no de sus playas. A ese Sur de las medianías, no de los litorales. Y no como viaje de deseo, sino como ejemplo de vida. Modelo de convivencia, sin fisuras y fértil para seguir soñando. Hace ya tiempo que el Norte miraba al Sur, pero ahora, por fin, le tiende la mano. No para hacerle sombra, sino para buscarla en él. Es el poema que hoy el Sur le dedica al Norte.
Atrás deja su ausencia, al Sur, para ocuparse ahora con el mismo entusiasmo de todos los municipios de la isla de Gran Canaria, de ninguno en general y de todos en particular. Sí, así será, contraviniendo la regla. Así será, gota a gota, como el verso. Porque no conoce otro sol más que el del Sur, que no regala nada. No regala sombra. Todo es con esfuerzo, con el viento en contra.
Pero ese mismo viento es el que lo trae ahora hasta la presidencia del Cabildo grancanario, por una voluntad popular que trasciende más allá de su pueblo. Un viento de credibilidad que reposa en la confianza otorgada por el municipio que lo tuvo 28 años al frente de su ayuntamiento. Y en la esperanza de una certeza semejante, ahora, el conjunto de los grancanarios elige también el viento. Elige el verso. Más allá de lo que le es cotidiano, más allá incluso de una ideología u otra.
Eligen al hombre del Sur. Votan al político del compromiso. Adoptan al alcalde de la proximidad. Y con ello, apadrinan a un presidente que los ampare.
Hambrientos de un sol que nunca antes les pesó. En realidad, añoran el Sur.