Ai Weiwei en la ‘patera’ de la migración
Ai Weiwei: “La censura impone: yo soy el que dice la última frase. Lo que tú digas, la conclusión es mía”. Así reza una de las últimas publicaciones del brillante y controvertido artista chino en su cuenta oficial de Facebook.
Ai Weiwei o el Andy Warhol de Beijing, como también se le conoce, ha hecho propia la lucha de los millones de migrantes, ésa a cuyas cifras parece que también nos estemos acostumbrando (como a otras de un pasado siempre recurrente).
En particular, los que intentan llegar a Europa y están llenando (sedimentando, más bien), en demasiadas ocasiones, las cuencas de los mares Egeo y Mediterráneo.
El artista chino acaba de inaugurar en Praga ‘La ley del viaje’ (Law of the Journey), una inmensa instalación sobre los refugiados. (Su mayor pieza realizada hasta ahora). Se trata de una gran patera hinchable de 70 metros y color negro. Así como de 258 figuras también hinchables y, literalmente, embarcadas.
Todas del mismo color oscuro e incierto destino. ¿Varada o a flote? Lo mismo da… Que juzgue el espectador. A su alrededor, la rodean otras más. Torsos en el suelo que simulan la situación de semi-hundidos en un mar que los engulle.
Con flotador o no. Poco importa, si recordamos que muchos de los chalecos salvavidas que circulan en este tráfico de seres humanos, son de fabricación china y ni siquiera flotan. Paradojas de la vida y la muerte que sea el disidente chino quien vuelve la mirada del arte hacia ellos.
Podrá visitarse en la sala principal del Trade Fair Palace de Praga hasta enero de 2018. Incluye mensajes en varios idiomas y se acompaña de una exposición de muchas de las más de 20.000 fotos que tomó de la realidad de los refugiados sobre el terreno.
Porque la vida no es de goma ni los seres humanos muñecos a los que desinflar a voluntad para hacerlos desaparecer, o guardarlos en un trastero.
Europa ha decidido taparse la nariz hasta olvidar su propia memoria. Quien sólo ve rostros anónimos y goma en lugar de vida, quien sólo ve amenaza allí donde hay instinto de supervivencia, es quien está en verdadera ‘crisis humanitaria’. Y nos atrevemos a decir que en riesgo de extinción como seres humanos.
Cuando la isla griega de Lesbos, en el noreste egeo y de las más cercanas a la costa turca (junto con Samos), casi triplicó su población con los miles de familias sirias que huían de la guerra, Ai Weiwei se trasladó hasta allí.
El artista disidente quiso ver de primera mano lo que estaba pasando. Ai Weiwei, que actualmente reside en Berlín, también se siente un refugiado y sabe lo que es verse forzado a buscar otro lugar para vivir. Lo supo ya desde su infancia, y lo asume también en su presente, fuera de China.
“Mi padre, el poeta Ai Qing, sufrió el exilio. Cayó en desgracia durante la época de Mao Zedong, el fundador de la China comunista, y tuvimos que irnos a una región muy alejada. Yo crecí en una especie de campo militar”.
Ai Weiwei recuerda que, al llegar a Lesbos, encontró un biberón y una Biblia totalmente empapada de mar dentro de un bote abandonado en la orilla. Demasiado duro para no remover los adentros del artista. Demasiado crítico para no encender la mirada del disidente.
Imposibles de disociarse el uno del otro, el universo de Ai Weiwei asumió de nuevo la lucha que les une a ambos: la libertad. Una misma palabra. La palabra, en realidad (¿acaso hay otra?).
De modo que en el último año ha dedicado varias exposiciones a los refugiados en Berlín, Ámsterdam o Florencia, donde cubrió la fachada del Palazzo Strozzi con 22 botes salvavidas, el pasado mes de septiembre.
Ai Weiwei, el artista activista (quizá el activista del arte)… Creó una F con 201 flores de loto flotando sobre el estanque del Palacio Belvedere de Viena, cuyos pétalos eran, en realidad, un millar de chalecos salvavidas de refugiados sirios (julio de 2016).
“El propósito del arte es la lucha por la libertad”…Ai Weiwei.
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