#8M, como ‘Sirenas a la plancha’
"Como dice un proverbio africano, las pulseras de metal suenan si son dos. Juntas respiramos y nos reconocemos. Y juntas nos escuchamos y nos inspiramos"
Las mujeres seguimos inmersas en la tarea de ‘fare mondi‘, esto es, construyendo mundos… Y si bien, estamos lejos de otras realidades tan dramáticas como la de México, donde mueren 10 mujeres al día asesinadas por cuestión de género, a mí me viene a la memoria una estampa. Quizá artística, sí, pero muy reveladora.
Hará unos 12 años… Había marea baja y el faro del Auditorio Alfredo Kraus alumbraba la sorprendente escena. Una sirena, todavía coleando, había sido pescada por cinco rudos ‘lobos de mar’ que, ante la muchedumbre allí convocada, festejaban con vino tamaña faena. “Un día fui una mujer normal”.
“Pero ahora me ven aquí: pescada y vendida, viendo el despropósito de trueques de la lonja desde éste, mi barreño, dejando que la lentejuela de mis escamas se seque, se mustie, opaca, lejos de las sales marinas”…, sollozaba una Sol Picó aún ensalitrada y ya dispuesta en la plancha a que empezara la función. Picó conseguía de nuevo parar el tiempo con ‘Sirena a la plancha’, y llamar la atención, creando tensión.
De algún modo, las mujeres seguimos ahí, en la plancha, ensalitradas y desecadas, expuestas en la lonja cada 8-M, reivindicando año tras año las mismas cosas. Echamos mano de las cifras para hablar de los feminicidios. Echamos mano de las cifras para hablar de las diferencias salariales.
Y echamos mano de las cifras para nivelar el desnivelado paro femenino. Seguimos como sirenas a la plancha esperando que todo cambie.
Entre tanto, ha habido hasta una pandemia que acentúa aún más todas estas diferencias. Pero como dice un proverbio africano, las pulseras de metal suenan si son dos. Juntas respiramos y nos reconocemos. Y juntas nos escuchamos y nos inspiramos.
Si bien el año empezó con cierta esperanza con la designación por vez primera de una mujer como directora general de la Organización Mundial del Comercio, OMC (la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala), no olvidemos que Irán decapitó a Romina Ashrafi, de solo 13 años por quitarse el velo (a menos de su propio padre), o que Arabia Saudí condenó a 4 años de prisión a la periodista-activista que posibilitó, con sus acciones, que las mujeres pudieran sacarse el carnet de conducir.
De modo que sí, globalmente, queda mucho más de lo que parece aún por hacer. A veces, tan horrendo que escapa a las meras cifras.
Son muchas las mujeres que aún bailan a escondidas, pero todas somos aún ‘sirenas a la plancha’